Centro de Acopio Asocacabo
Hace algunos años escuché por primera vez y sin mucho detalle acerca de los conflictos por el control de las minas de esmeraldas que se vivieron durante varias décadas en el occidente de Boyacá; las llamadas “guerras verdes’’ que suman un capítulo más al largo listado de eventos trágicos de nuestro país.
En una de nuestras visitas a la gran región del Occidente Boyacense, junto a otros compañeros investigadores del proyecto Clima-LoCa, tuve la fortuna de escuchar por boca de exguaqueros de esmeraldas de aquella época dorada en producción, pero gris por el conflicto vivido, sobrevivientes de la guerra y hoy orgullosos cacaoteros, cómo pasaron de enfrentarse hasta la muerte entre vecinos, a compartir consejos para eliminar las plagas en su cultivo o debatir sobre cual clon de cacao “pega” más en su zona.
Como parte del componente socioeconómico del proyecto, teníamos la misión de recolectar información para entender el contexto y las particularidades de la cadena de valor del cacao en el departamento, las condiciones de los productores y las características imperantes de los sistemas productivos de la región. Así, planeamos una serie de talleres y entrevistas donde participaron productores de distintos municipios que revivieron muchos momentos y recordaron cómo el cacao transformó sus vidas.
La economía boyacense ha tenido una fuerte tradición agrícola, no obstante, la minería de esmeraldas motivó al campesinado a dejar su actividad agrícola y migrar a estas labores que eran mucho más lucrativas. En uno de los talleres, los agricultores nos contaban cómo las familias esmeralderas, cuadrillas militares y grandes bandos se enfrentaban por el control de las minas. “En ese tiempo yo no podía estar sentado como estoy aquí ahorita al lado de él, porque nos matábamos” expresaba uno de los productores, refiriéndose a otro cacaocultor también asistente al taller.
La desesperanza, el agotamiento y la resignación, sumado a los más de 4.000 muertos que dejó el flagelo de la guerra, motivó la firma de un acuerdo de paz en 1990. Sin embargo, aquí no se terminó el conflicto. Los productores recordaban como la siembra de cultivos ilícitos se convirtió en el principal sustento de las familias campesinas después del fin de estas negociaciones. Muchos campesinos se convirtieron en cocaleros que buscaban a través de esta planta el sustento y una vida digna para su familia. Los campesinos sobrevivientes de la guerra tuvieron que enfrentar otra batalla que generó conflictos entre vecinos y amigos por la producción y comercialización de hoja de coca, base de coca e insumos para la fabricación de la misma.
Uno de los productores nos contaba con tristeza cómo el conflicto y el narcotráfico no solo cobraron muchas vidas y destruyeron comunidades, sino también trajeron consigo alcoholismo, prostitución y grandes daños al ecosistema, ya que las plantaciones de coca se realizaron a costa de la deforestación de importantes áreas de bosque.
Taller 1: Productores de San Pablo de Borbur y Muzo
Centro de acopio de Aproccampa. Taller 2. Productores de Pauna y Maripi
Aunque el cacao ha permitido generar ingresos lícitos y ayudado a reestablecer la paz en la región, son muchas las necesidades y dificultades que los agricultores experimentan en su labor día tras día. Los cambios en el clima y el incremento en el precio de la mano de obra y los insumos han significado un enorme reto para obtener un ingreso digno para varias familias que aún están en condiciones vulnerables. Adicionalmente, la edad avanzada de los productores representa una amenaza para el sector, pues la mano de obra es escasa y los jóvenes continúan migrando a la ciudad en búsqueda de mejores oportunidades.
Aunque se escuchan rumores de una “nueva guerra verde”, actualmente entre las familias campesinas ya no hay guerra, sin embargo, persisten las necesidades económicas y la falta de oportunidades. Esto preocupa a la comunidad y en algunos despierta una idea de retornar al pasado, sin embargo, esta se desvanece al recordar la penuria vivida. Uno de los representantes de las primeras asociaciones dijo: “El occidente de Boyacá es un ejemplo no solo de paz, sino de reconversión y de abstinencia. Todos los días luchamos por mantener la cultura cacaotera y dejar atrás la cultura de guerra e ilegalidad”.
Taller 3. Productores de Pauna y Maripi
Autores
Carolay Perea con colaboración de Andrés Charry, asociados de investigación, Alianza Bioversity-CIAT (l.sierra@cgiar.org), proyecto Clima-LoCa.
Clima-LoCa es un proyecto regional liderado por la Alianza de Bioversity y CIAT, implementado con socios de investigación de América Latina y Europa, y financiado por la Unión Europea. El proyecto contribuye a los objetivos de la convocatoria 2018 «Innovación relevante para el clima a través de la investigación en agricultura» de la plataforma DeSIRA (Development Smart Innovation through Research in Agriculture).
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